viernes, 15 de junio de 2012

La Historia de Jia-Fen

(Escrito por las Hermanas Argentinas)

Cada persona tiene una historia propia. Historia, no significa un cuento, algo inventado, es algo que verdaderamente sucedió. Por convivir ya algunos años con ellos sabemos que también nuestros pacientes tienen muchas historias que contar, hechas de penas y alegrías, de sueños y fracasos. Esta será una historia a la que faltarán muchos detalles, pero, quiera Dios, que no por eso le falte ese sabor tan especial que nosotras le encontramos: sabor de generosidad, de entrega y de fidelidad.



Es la historia de los esposos Huang Cong Li黄从礼y Zhu Jia Fen 朱佳芬. LaoHuang, así lo llamamos todos aquí, desposó a Jia Fen cuando ninguno de los dos tenía 20 años. Ellos no lo dicen, pero podemos suponer cuántos proyectos tendrían entonces. ¡Cuántos sueños tienen los recién casados!...pero en este caso duraron muy poco, se disiparon, como esas nubes que desdibuja el viento. En Huang Cong Li se hicieron presentes los primeros síntomas de la lepra. En aquellos tiempos el bacilo de Hansen era visto como un mal terrible, como una maldición (visión que para muchos no ha cambiado todavía).

Al decir que a LaoHuang le diagnosticaron lepra, se podría afirmar que allí terminaría su historia. Hubiera sido así en el caso que él no tuviera a Jiafen a su lado. La joven esposa se vio muy pronto rodeada de niños y tareas que cumplir. Ambos habrán labrado la tierra codo a codo. Eran aquellos, tiempos muy duros, de muchos sacrificios. Y aunque, sin duda habrán trabajado a la par para sacar la familia adelante, nuevas dificultades vendrán a visitarlos: a consecuencia de la enfermedad padecida los miembros extremos como los dedos de las manos van perdiéndose.


Ella, con más de 40 años, forjada en la fragua de las dificultades, se ha ido haciendo cada vez más fuerte, en el sentido más grande de esta palabra y dará a luz a su sexto hijo, una niña que será la benjamín de la Familia. 

Aún otras secuelas de la lepra están ya golpeando a la puerta: LaoHuang pierde también la vista. Jiafen no se desmorona, lleva adelante una familia en la que cinco hijos pueden ir a la escuela, atiende los quehaceres del campo y del hogar y siempre se la ve animosa acompañando a su esposo.

Ambos ya tienen más de 80 años. Han envejecido juntos. Esto para nosotras que los vemos todos los días constituye un hermoso ejemplo de vida: a pesar de los 60 años pasados los dos siempre se muestran mucho cariño y respeto.

En lo que acabamos de contarles no hay nada que pueda parecer sorprendente, extraordinario pero mucho que valorar y algo que aprender. Jiafen es una mujer sana, que ha permanecido al lado de su esposo, superando con él todas las adversidades e injusticias, todos los problemas que la enfermedad les ha acarreado. El ejemplo de su vida se levanta delante de nosotros para hablarnos, no solo de fortaleza, sino también de lealtad a la misión que se te ha confiado.

Juan Pablo II que conoció profundamente la riqueza del ser humano nos dejó un hermoso testimonio de su pensamiento acerca de la misión tan especial de la mujer en el mundo:  “La fuerza moral de la mujer, su fuerza espiritual, se une a la conciencia de que Dios le confía de un modo especial el hombre, es decir, el ser humano...es fuerte por el hecho de que Dios "le confía el hombre", siempre y en cualquier caso, incluso en las condiciones de discriminación social en la que pueda encontrarse. De este modo, la "mujer perfecta" (cf. Prov. 31, 10) se convierte en un apoyo insustituible y en una fuente de fuerza espiritual para los demás, que perciben la gran energía de su espíritu. A estas "mujeres perfectas" deben mucho sus familias y, a veces, también las Naciones. El momento presente espera la manifestación de aquel "genio" de la mujer, que asegure en toda circunstancia la sensibilidad por el hombre, por el hecho de que es ser humano...(cf. Mulieris dignitatem)”

Y a esto no queremos agregar nada...



                                                                                    Hermanas María de Caná