jueves, 9 de agosto de 2012

Entrevista para recordar 1er aniversario del fallecimiento del P. Ruiz

(Entrevista al P. Fernando Azpiroz por Cristina Sanchez Aguilar de la Revista "Semanario Alfa y Omega")


¿Qué le atrajo a usted de la labor del P. Luis, para ser ahora quien ha cogido las riendas de su labor?

Mi provincial me envió a Macau a ayudar al P. Ruiz unos días después de mi ordenación, en el año 2005. Aquel año el P. Ruiz estuvo muy enfermo, casi a punto de morirse. Sin nadie que lo sucediera, el provincial temía que toda la importante obra que el P. Ruiz estaba haciendo por los más pobres y marginados de  China corría peligro. En lo personal, creo que lo que más me atrajo del P. Ruiz desde un comienzo fue la fuerza de su sencillez. Esa sencillez que sabe que el Señor construye grandes cosas a través de los pequeños pasos que damos cada día siguiendo sus inspiraciones.  El P. Ruiz sabía que estando cerca de los más pobres, él nunca iba a estar lejos de Dios. Por eso su pasión por servirlos y acompañarlos. Así cómo las estrellas o la brújula orientan a los navegantes, los pobres y marginadas lo orientaban hacia Dios y le daban sentido a su vida. Más que la dimensión de su obra, me atrajo su estilo, su persona, su manera de entregarse al Señor a través de su entrega a los demás

Qué ha supuesto el P. Luis en China?

Si bien el P. Ruiz empezó su obra en Macau cuando tenía 37 años, la obra del P. Ruiz en China empieza fundamentalmente cuándo él ya tiene 80 años. Creo que el gobierno de China se ha maravillado que un hombre de su edad se preocupara e invirtiera tanto esfuerzo y dinero en personas que para la sociedad no contaban y casi no existían, Las personas afectadas por lepra no eran una prioridad y el P. Ruiz las transformó en su prioridad. Al llevar electricidad, construir caminos, preocuparse por su alimentación, enviar religiosas para curar sus heridas, darle educación a los más jóvenes, etc, miles de pacientes afectados por lepra recuperaron su dignidad de personas. La obra del P. Ruiz permitió que estás personas superaran su aislamiento, derribando el muro que la discriminación había construido. Ellos no sólo pudieron acercarse a la sociedad, sino que la sociedad se atrevió también a acercase a ellos. En cierta forma, él comenzó un movimiento que hoy permite que muchas personas y grupos, incluidas personas del gobierno,  puedan hoy acercarse a las personas afectadas por lepra.

Ahora que se cumple un año de su fallecimiento... ¿cómo han vivido allí su ausencia?

Quizás, yo formularía la pregunta de otra manera. Más que la experiencia de su ausencia, lo que vivo hoy es la experiencia de su presencia. Una presencia mucho más fuerte, profunda y abarcadora que la que yo experimentaba antes de su fallecimiento. Creo que comprendo mucho mejor al P. Ruiz y a su obra ahora, que cuando él vivía conmigo en Macau. Siento la fuerza de su sonrisa y de su compañía, su presencia inspiradora en muchas personas que hoy nos acompañan y apoyan la obra de Casa Ricci en China. Es cierto que siento una mayor responsibilidad, la tensión del querer ser fiel a su carisma, el no perder a ninguno de los muchos amigos y colaboradores que él tenía. Pero, al mismo tiempo, creo que todo ha sido mucho más sencillo de lo que yo me hubiera imaginado. Sin duda, él trabajo que el P. Ruiz está haciendo desde el Cielo tiene mucho que ver con todo esto. 

Tres palabras para definir al Padre Luis.... Y por qué ha elegido cada una.

Sonreir, amar y servir, y esperar en el Señor. Estas eran palabras que él solía repetir durante sus últimos años de vida. Creo que lo definen muy bien. Definen su espiritualidad y su manera de entender la vida. La sonrisa del P. Ruiz nacía de esa sabiduría divina que nos ayuda a diferenciar lo importante de lo que no es importante. Es la sonrisa que nacía de su fé absoluta en Dios y en su presencia en todos los acontecimientos, que nunca son malos o buenos, sino que simplemente son. El amar y servir definían el sentido de su vida. Ruiz era un hombre de acción, de hechos concretos. Y para él lo más concreto era el servicio del amor. Esperar en el Señor definian su no tener miedo a soñar, a empezar cosas nuevas, a saber que no es uno el que toma la iniciativa, sino el Señor. El Señor que siempre va adelante, el Señor que acompaña y nunca deja que falte nada de lo necesario para realizar su obra.

¿Qué le sostiene a usted cada día, cuál es su fortaleza?
SIn duda es la oración y la fuerza que me da la colaboración. No soy todo lo fuerte que yo quisiera, por lo que no me queda otra que recurrir permanentemente al Señor,  y depender de la paciencia y del apoyo de nuestros colaboradores y amigos para llevar adelante obras y desafíos que superan completamente mis fuerzas.

¿Qué nos recalcaría de él, como modelo de aprendizaje aquí en Occidente?

Creo que en occidente nos sentimos seguros cuándo podemos controlar. Cuándo podemos controlar situaciones, controlar la información. Cuando tenemos instrumentos y recursos que nos aseguran que vamos a lograr lo que queremos. En occidente le tenemos miedo a nuestros propios límites. Tratamos de pensar y actuar negándolos, pensando que todo lo podemos, o que todo lo tendríamos que poder. El P. Ruiz era una persona muy consciente de sus límites. ÉL era muy consciente de que él podía controlar muy poco, o casi nada. Sin ir más lejos, su Mandarín o Cantonés eran muy pobres, por lo que muy pocas personas entendían lo que èl quería decir. Cuando él comienza su misión en China, él ya era una persona muy limitada físicamente. Necesitaba que lo llevaran de un lado al otro como a un niño o una niña. Necesitaba de personas que le organizaran cosas, que tradujeran o expresaran lo que él no podía expresar. Él nunca se reveló contra sus límites. Todo lo contrario, los vivía como su fuerza, casi como una bendición. El sabía que Dios trabajaba mucho mas libremente y claramente a través de sus límites. En esto hay mucho de sabiduría China, pero también de la sabiduría que Dios le enseñó durante los años, a través de incontables experiencias, muchas de ellas muy dolorosas. 

No mas, para que me las pueda responder.
Un Abrazo y gracias por todo.

Cristina Sanchez Aguilar
Semanario Alfa y Omega