domingo, 6 de marzo de 2011

40 Dias en el Centro de Cuidado y Amor

En 2010, poco después que terminé mis largos tratamientos de quimioterapia y antes de regresar a mi trabajo de profesora, visité al “Centro de cuidado y amor” en la provincia de Hunan.
Llegué con un corazón agradecido y motivado, pero al mismo tiempo con un cuerpo débil y cansado. Sentía que estaba en busca de una cura interior. Me recuerdo de, algunos años atrás, haber leído en la Newsletter de CasaRicci acerca de los muchos proyectos en China. Después que recibí el permiso de mi comunidad, La Asociación Teresiana, me ofrecí como voluntaria para dar algunas clases de lengua a las hermanas del Centro.
El Padre Fernando, después de hablar con las hermanas, me informó que ellas estaban muy contentas de poder tener clase de lenguas. En la Gracia de Dios pasé 40 días en el Centro.
La primera vez que visité el Centro fue en Julio de 2010. En esos 10 días Tuvimos clases individuales desde la mañana hasta la noche. Todas las hermanas aprendieron con gran entusiasmo, a pesar de las dificultades en conciliar su trabajo con los estudios. Juntas vivimos muchos momentos de alegría y diversión con el aprendizaje. Me movió mucho ver el gran deseo que las hermanas tienen de aprender siempre y de tornarse cada vez más capaz. No tuve mucho contacto con los pacientes, pero pude percibir que la misión de las hermanas es muy interesante. Las historias de vida de estas personas no solamente revelan discriminación y sufrimiento, pero también dignidad, cariño y amor. La generosidad tan gratuita y la profunda alegría de las hermanas me dieron ganas de querer saber más acerca del Centro de Cuidado y Amor.
Un mes después volví al Centro y me quedé por más tiempo. Además de las hermanas, también enseñé a un paciente adulto. Muy pronto nos tornamos amigos y él me habló de sus ideas acerca de la vida. Nunca me olvidaré de su entusiasmo y satisfacción cuando revisábamos las frases inglesas que él conocía. Con las crianzas enfermas jugábamos juegos de inglés 3 veces por semana. Durante el día, siempre daba clases y por las noches los entretenia con algunos juegos. Sus risadas alegres es algo del que tampoco me olvidaré. A través de la alegría de aprender su vida se tornó diferente. Me sentí feliz de poder ayudar un poco.
Además de enseñar, también pudo participar en casi todas las actividades del centro, como por ejemplo visitar a un lar de ancianos, hacer la cosecha de la fruta con los pacientes, participar en la fabricacion de almanaques de madera, etc… Esta comunidad es un Centro médico para personas gravemente afectadas por el SIDA, pero es increíble ver con el cuidado y el amor de las hermanas ayudan a la recuperación de estas personas.
A veces tuvimos conversaciones acerca de muchos de los aspectos de la vida en el Centro, y estas conversaciones me enseñaron el espiritu generoso de servicio de las hermanas. Esto me dio un ánimo nuevo.
A pesar de las dificultades de la vida y del dolor corporal, los pacientes siempre sonríen. Durante el tiempo de los trabajos manuales siempre contaban chistes. Esto hace con que el Centro sea un lugar muy acogedor. Como una familia, las hermanas, los pacientes adultos, los niños y los voluntarios viven en armonía compartido con las tareas cuotidianas.  
Nadie me trató como una extraña, antes como a un familiar suyo, y les estoy muy agradecida. El encuentró con ellos, y su amistad, me dieron mucha fuerza, e incluso ahora que estoy lejos, aún puedo “beber” de tanto bien recibido allá.

                                                                                                              Katherine, Febrero, 2011

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